| 
			 
			Defiende el 
			Dharma[i], 
			que el Dharma te defenderá. 
			
			Adagio hindú  | 
		 
	 
 
Antes 
que los ojos del científico, necesitamos los ojos del poeta para mirar a una 
religión (y una cultura) que no excluye a las otras ni se presume como la única 
verdadera, y que sin embargo es la única de las religiones de la antigüedad que 
(conviviendo junto a las de Egipto y Mesopotamia) continúa hoy viva y representa 
la tercera fe más extendida en el mundo contemporáneo. Sin ser hiperbólicos, 
podemos asegurar que sus símbolos e ideas, han permeado desde hace miles de años 
al arte, a la filosofía y a las costumbres humanas. 
     
Solemos llamar 'hinduismo', 
a lo que es en realidad un conjunto de cientos de fenómenos culturales y ante 
todo religiosos que se desarrollan originalmente en y alrededor de la
península índica o Indostán (donde pareciera que el número de religiones es 
igual al número habitantes y sin embargo una creencia subyacente permanece), en 
los territorios que hoy conocemos como
India,
Pakistán,
Afganistán,
Bangladesh,
Sri Lanka,
Maldivas,
Bután y
Nepal, extendiendo su influencia de manera determinante durante sus 
clasicismos (y contribuyendo con ello en la formación de otros clasicismos 
culturales), hasta lo que hoy conocemos como
Birmania,
Camboya,
Indonesia,
Malasia,
Tailandia,
Tíbet y regiones transhimaláyicas; sin embargo, la impronta de las culturas 
índicas, vamos a encontrarla de forma, tal vez menos evidente, pero indudable, 
desde las más ancestrales formas de la culturas griegas preclásicas, hasta las 
más exultantes fórmulas del romanticismo europeo. 
  
  
Lo 
que con este término han agrupado diversos historiadores de las religiones y que 
hoy sirve incuso como referencia de identidad para estudiosos de diversas 
disciplinas así como para muchos devotos y practicantes, es en realidad un 
conjunto de tradiciones, entre las que de manera sobresaliente podemos citar al
brahmanismo,
vaisnavismo,
shivaismo y
devismo, principalmente a través de las doctrinas 
sankhia,
niaia, 
vaisheshika y
advaita, en las que han sido sus grandes escuelas la 
vedanta, 
tantra,
ágama,
yoga,
stotra,
sutra y
mimansā,  doctrinas y escuelas, que comparten, no sólo una misma y 
continuada mitología y teogonía, sino también, ciencia del derecho (dharma), 
de tal suerte que los hinduistas ortodoxos, han dado en llamarse a sí mismos 
devotos de la
Sanatana Dharma (la eterna religión), para hablar genéricamente de una 
religión que se comparte con todas las otras, las habidas y las por haber, y 
para las cuales, ciertas prácticas disciplinarias compartidas son necesarias,
japa (oración),  bhakti 
(devoción), 
jñana (sabiduría), 
yahna (ritualización),
dhyana (meditación),
tapas (austeridades),
yoga (unión),
pranayama (respiración), 
hatha (ejercicio),
sathya (verdad),
dharma (rectitud),
artha (plenitud, riqueza en la sabiduría y en acción –propósito–),
kama (–perfección en el desear– rendición del deseo, dominación del ego),
shanti (paz),
prema (amor trascendental),
moksha (liberación). 
  
La 
simbología de esta cultura, hemos de encontrarla en la crónica de su historia, 
en sus linajes, en sus principios, en su mitología, en su fenomenología: de los 
refugios rocosos de
Bhimbetka a las hipótesis
genográficas, de la aldea de
Mergarh a
Dholabira,
Mohenho-Daro,
Lothal y
Harappa, del
Indo al
Brahmaputra, de los
Vedas a los
Puranas, del
Mahabharata al
Ramayana, de la civilización indoariana a la cultura
bharatiya, entre el linaje de los dioses antiguos y los dioses mayores, 
entre el linaje solar (Manú) 
y el linaje de
Kasyapa (Rishis,
Ditis,
Daitias,
Nagas,
Devas y
Asuras), entre los reinos
Majayanapadas y la
dinastía gupta, el imperio
satavájana y el
imperio británico.  
  
Muchos 
nombres, cifras, figuras, historias, conceptos, prácticas y poemas caben dentro 
de la mitología más compleja y elaborada del mundo. Independientemente de la 
cultura y la religión en la que hemos sido formados, esta amplísima categoría 
simbólica, si no es directamente nuestra madre o nuestra abuela, es al menos una 
tía abuela, a la que necesitamos conocer, para comprender nuestra propia 
genealogía (frecuentemente escondida en nuestro inconsciente). 
 
  
  
  |