Arte y Delirio:  los Mitos como Representación de lo Real

 

SEMINARIO con modalidad: Presencial y Virtual

    

Arte y Delirio:  los Mitos como Representación de lo Real

 

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Preámbulo

 


Preámbulo

 

 
 
 
 
 

¿Cómo negarse al uso de ciencias tales como el psicoanálisis, ciencia de «los delirios genialmente sistematizados» (sin que en ese caso delirio comporte el menor sentido peyorativo, por supuesto)?
Salvador Dalí, El Mito Trágico del 'Angelus' del Millet, 1963

 

 

 

 
 

Origen: https://fr.wikipedia.org/wiki/Le_D%C3%A9sesp%C3%A9r%C3%A9

Gustave Courbet, Le Désespéré, 1841
(fragmento)

El arte es delirio, el delirio es arte y ambos crean el mundo. El arte no tiene un sano juicio, y no solemos buscar en él la cordura y la lucidez sino justamente la atipicidad y la virtud de lo extraordinario. Dice el filósofo francés Jaques Maritain en su libro La intuición creadora en el arte y en la poesía, que “Platón vio este elemento de la locura o delirio en la poesía antes que los surrealistas, quienes lo revelaron violentamente. Los surrealistas invocan a Platón a este respecto, si bien, en rigor de verdad, el filósofo se sitúa en el polo contrario al de ellos. Porque, en efecto, el concepto de la musa para Platón está ligado al de pasión, al de manía, locura y delirio (cual los juegos pueriles), es decir, a la vida del inconsciente. Platón no cesa de ensalzar la manía o delirio, ese entusiasmo que anula la reflexión y el pensamiento lógico, considerándolo como don supremo”1 . Y así Ana María Leyra en su libro De Cervantes a Dalí –escritura, imagen y paranoia–, mientras lee la Psicopatología del célebre psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers, confirma que “el delirio es una transformación en la vasta conciencia de la realidad. Solo donde se piensa y se juzga puede surgir un delirio. El contenido de tales juicios puede estar presente también de modo rudimentario, pero no por eso menos eficaz como mera cognición, entonces se suele hablar de ‘senitimiento’, que, es, sin embargo, un saber oscuro”2 . Cuya oscuridad asoma hacia una nueva lógica, que no es inmodesto decir, se asemeja a la de un pequeño dios que pone en funcionamiento un mundo. Regresando a Maritain: “Poe se equivoca en este punto al olvidar ese elemento de «locura o delirio que proviene de arriba», esto es, que procede de la condición creadora libre e intuitiva del intelecto y que arranca en el inconsciente del espíritu que está situado por encima de la razón lógica, aunque ninguna relación guarda, excepto accidentalmente, con el desequilibrio psíquico o «enfermedad mental». La desesperada pretensión de Poe y de Baudelaire, de hacer de la razón lógica y calculadora la suprema facultad creadora de la poesía, no representa más que una actitud y un proceso de defensa destinado a encubrir y equilibrar sus propios resquebrajamientos interiores y a proteger en ellos mismos la supremacía de ese intelecto por el que estos dos espíritus superiores abrigaban enorme respeto; predominio que ellos, equivocadamente, tomaron por la supremacía de la razón lógica, siendo así que se trata aquí en verdad de la razón intuitiva y de la intuición creadora”3.

Así, lo arquetípico está íntimamente ligado con el delirio; pero en esta atípica razón del arte, están para Roberto González García, las claves para la salvación del hombre.  Así en símbolos fundamentales, encuentra exultantes verdades, como en ‘la giganta’, la de Cuevas, la de Carrington y Baudelaire:

 

 


La Giganta despierta el delirio que establece un diálogo impensable con la razón, y le transmite una sabiduría a la razón que es incapaz de alcanzar por sí misma.


La Giganta es también la locura y la desmesura, es un monstruo poseedor de una verdad siniestra sobre el mundo. La mitología, el amor y la poesía permiten al hombre salirse de si mismo para ser otro.


La  Giganta es una mujer, una advocación femenina ancestral, mítica que nos recuerda el saber helénico cuando Gea creó a los gigantes para combatir a los dioses olímpicos. En el poema de Salvador Díaz Mirón se le canta a una mujer de trigo, cruda, de boca roja y un trazo enorme, con hoyuelo en la barbilla como un vientre con ombligo… Linda en forma, vello rubio y ralo y tieso, cuyos ápices fulguran como chispas, en el rayo matinal, que les aplica fuego móvil con un beso… ¡Cuales piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas, que de púas amarillas resplandecen espinosas, en un pérfido que finge la vergüenza de las rosas, por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas.


Charles Baudelaire en su poema número diecinueve de “Las Flores del Mal” evoca la belleza prístina de aquella Giganta que siendo madre y amante habitó la tierra:

 

“Cuando natura en su inspiración pujante

Concebía cada día hijos monstruosos,

Me hubiera placido vivir cerca de una joven giganta,

Como a los pies de una reina un gato voluptuoso...”.

 

Tomado de: http://showerofkunst.blogspot.mx/2014/02/leonora-carrington-celtic-surrealist.html


Leonora Carrington
, La Giganta, 1947

Tempera/Madera, 117x68cm, col. Miguel Escobedo
(fragmento)


La Giganta se nos revela como una mujer fuerte, masculina, portadora de las dos fuerzas, es la paradoja ideal. Lo femenino y lo masculino. Los seres andróginos estaban dotados de gran fuerza, pero también de gran soberbia que les hacía querer llegar al nivel de los dioses. Zeus tuvo que dividir a cada ser en dos para que su fuerza sólo fuera la mitad. Por eso desde aquella separación original los seres humanos no se sienten completos y buscan el amor para unirse con su otra mitad.


La pintora Leonora Carrington pintó una Giganta, en la que la joven mujer sostiene un huevo en la mano y está rodeada de aves que la protegen. René Magritte pintor surrealista realizó varias representaciones de la Giganta, como una mujer con un ímpetu erótico que sobrepasa a cualquier hombre y que es capaz de tapar al sol con su estatura.


En el museo José Luis Cuevas de la ciudad de México, una Giganta recibe a los visitantes, es una escultura monumental de bronce, que evoca los placeres de lo femenino y lo masculino, con la extraña belleza de la informidad. La Giganta mira para interrogar, y a quien la mira le lanza un acertijo que no se puede descifrar, porque si se descifra, se tendría el poder de un Edipo y se desatarían una fuerza y un destino que es mejor no provocar.


Los auténticos artistas contienen un principio creador que es la palabra y convierten la palabra en obra artística, en creación, en misterio que hay que develar.


La Giganta… Esta mujer, fragmento en verdad milagroso, de robustez divina y honorable finura, en suntuosos lechos es digna de reinar4.



José Roberto González García, filósofo, curador y restaurador, en su seminario 'Arte y Delirio: los Mitos como Representación de lo Real', nos restaura la preeminencia del mito –de Hesíodo, de Homero, de Sófocles, de Esquilo–, y nos cura un camino trazado por grandes autores de nuestros siglos: Botticelli, Caravaggio, Rubens, Goya, Waterhouse, Nietzsche, Camus, Foucault. Trae consigo una antigua y elegante valija, con instrumentos y especias que ha comprado en exquisitos bazares viajando de Anatolia a Cumas, y por las revoluciones maravillosas del Renacimiento en la península apenina, pero también los que se compran en el  Berlín del Tercer Reich y en el Hiroshima de 1945; pero aclárese, son instrumentos y especias para el delirio que pregunta por la existencia y por la verdad, pero que goza en la pregunta y en la respuesta, como un Dalí, que cuelga de un árbol un piano, junto a Gala y su caballete.

Francisco de Paula Nieto

curador académico

 


 

 1 MARITAIN, Jaques. La intuición creadora en el arte y en la poesía. Ediciones Palabra. Madrid. 2004.
 2 LEYRA, Ana María. De Cervantes a Dalí –escritura, imagen y paranoia–. Ediorial Fundamientos. Madrid. 2006.
 3 MARITAIN, Jaques. Op. Cit.
 4 GONZÁLEZ, Roberto (y AVENDAÑO, Andrea). Humanitas –Arte y Pasión–. Diario de Querétaro. 2017. https://www.diariodequeretaro.com.mx/columna/humanitas-arte-y-pasion-18/